martes, 21 de mayo de 2013

Los Elementos




Conocer y entender los elementos es lo más básico en el arte de la brujería y es esencial para hacer magia. Casi todos los factores de los que se compone se relacionan con estos elementos de una manera o de otra. 

Aunque se pueden hacer algunos hechizos sin necesidad de comprender su funcionamiento, tales encantamientos suelen ser menos efectivos y/o actúan con menos previsión o no lo hacen en absoluto.
 
Los elementos a los que me refiero son los atributos básicos de las fuerzas de la naturaleza: el Aire, el Fuego, el Agua, la Tierra y el Espíritu. En sus muy distintas formas son aspectos del ecosistema de los que surge toda la vida y que influyen sobre nuestra existencia.
 
El Aire es el viento; desde la brisa veraniega más gentil a los huracanes y tornados que arrasan el planeta. Todos los seres vivos necesitan respirarlo de alguna manera. 

El Fuego es el calor y la luz que emanan del Sol, así como las llamas que alumbran nuestros hogares o las que se propagan salvajemente y asolan lo que encuentran a su paso como lo haría un incendio en un bosque. La vida, por supuesto, necesita la luz y el calor para sobrevivir. 

El Agua abarca desde una simple ducha hasta un aluvión, así como los arroyos, los ríos, los océanos o los mares en calma o sumidos en la peor de las tempestades. En su estado más brutal es el tsunami o la violenta marejada. Y, desde luego, todas las formas de vida necesitan el agua para sobrevivir.

La Tierra son las rocas, las piedras, los guijarros y los minerales, además de la arena en la que subsisten diversas criaturas; pero es también el terremoto que puede extinguirnos. Es el medio en el que crecen las plantas y un agente fundamental en la cadena alimentaria.

El Espíritu es la divina y misteriosa chispa de la vida; la diferencia entre algo que vive, crece y se reproduce o lo que yace quieto e inerte.

En el pasado, los seres humanos solían pensar que estos elementos influían y controlaban todos los aspectos de la vida cotidiana, que determinaban si habría comida suficiente y si las personas prosperarían o no. La carencia o exceso de los mismos traía consigo una gran hambruna y la posibilidad de vivir o de morir.

Es evidente que todavía pueden hacerlo; basta con mirar el noticiero o leer el periódico para ver los efectos de los huracanes, de los incendios en los bosques, de la sequía, de la hambruna, de los terremotos, de los corrimientos de tierras, de los tsunamis y otros efectos que prueban que puede haber una superabundancia o una carencia manifiesta de cualquiera de estos elementos.

En la brujería, y en otros credos, los elementos no son sólo las fuerzas físicas de la naturaleza; también forman parte de nosotros. El Aire simboliza nuestro pensamiento, esa parte de nosotros que reflexiona; es además nuestra respiración y el sentido del olfato. El Fuego se convierte en el entusiasmo y las pasiones, en esos sentimientos enérgicos que nos sobrecogen y que nos obligan a actuar o a reaccionar, en el latido del corazón y en el sentido de la vista. El agua encarna nuestras emociones, la alegría, la risa, la pena y las lágrimas. Es la sangre que corre por nuestras venas y el sentido del gusto. La Tierra equivale a nuestra forma física, al cuerpo y al sentido del tacto. El Espíritu es una parte inmaterial de nosotros mismos a la que también podríamos llamar el sentido del ser o el alma.

Los elementos son también la base sobre la que se apoya el Círculo de las Brujas. Cada uno de ellos se llama o invoca con un propósito y se ordena en el cuarto que le corresponde del compás, esto es: Aire al este, Fuego al sur, Agua al oeste y Tierra al norte. El Espíritu es, a la vez, la Diosa y el Dios, el ser y también el núcleo del Círculo y toda su circunferencia. En ocasiones utilizamos colores para representarlos. Así, el amarillo se corresponde con el Aire, el rojo con el Fuego, el azul con el Agua y el verde con la Tierra. No obstante, pueden emplearse otras combinaciones cromáticas. Para crear un buen hechizos, primero tienes que concebir la idea (Aire), a continuación pensarás en ella con entusiasmo (Fuego), después te involucrarás sentimentalmente (Agua) y, por último, la llevarás a cabo (Tierra), eso sí, tendrás que poner una parte de ti para que eso suceda (Espíritu).

Sus atributos demuestran lo importante que son los elementos, tanto en la vida cotidiana como en la brujería, pues no son sólo fuerzas muy poderosas de la naturaleza, sino que también están en contacto con todos los aspectos de la existencia y de nuestro interior. Para crear magia es esencial que los conozcas y los entiendas y, por supuesto, también todo aquello con lo que están relacionados. Si pretendes que la magia actuel de la manera que deseas, tienes primero que ser capaz de manejar las energías tanto desde el interior como desde el exterior. El primer paso para conseguirlo es experimentar de forma activa con los elementos de la naturaleza.



                           
                                        



Ejercicio:


Aire- Un día de viento, sube a algún lugar elevado (preferiblemente uno que no esté rodeado de árboles o edificios) para que puedas experimentar con él. Abrígate bien si hace frío. Siente el viento alborotándote el cabello, agitándote la ropa y acariciándote. Lleva contigo unas cuantas hojas o pétalos de flores, lánzalos al aire y mira cómo se mecen en la brisa, cómo se elevan por el cielo y cómo el viento los transporta de un lugar a otro. Mientras estés ahí, piensa en otros tipos de brisa, tanto en las más fuertes como en las débiles.

Fuego- En un día cálido y/o soleado visita algún sitio que esté protegido del aire y donde puedas tumbarte al sol. Absorbe el calor y la luz, siente la calidez que desprende la tierra. Tómate tu tiempo para pensar en todas las cosas que dependen de estos factores, pero no tanto como para quemarte ni mires directamente al Sol. Imagina lo que sería la vida sin luz o con mucha más.

Agua- Existen dos maneras de experimentar con ella; te recomiendo que pongas las dos en práctica porque así podrás comparar las experiencias. Lo primero que puedes hacer es salir cuando esté lloviendo; levanta la cabeza hacia el cielo y permite que unas gotitas te mojen la lengua. Deja que la lluvia te empape y observa cómo cae sobre los árboles, las plantas y cómo humedece la tierra. Contempla también cómo lo hace en caminos y carreteras, y mira qué efecto causa en las cosas de alrededor. Mientras estés ahí, piensa en que beneficios aporta.

En segundo lugar, vete a un arroyo, a un río, a un estanque o a un lago que no esté demasiado sucio o contaminado. Mete los pies descalzos en el agua y utiliza las manos para mojarte la cara. Una vez más, piensa en cómo sería la vida con más o menos agua y recuerda que hay zonas del planeta en las que está congelada, mientras que otras sufren una grave sequía. Si vives cerca de la costa, puede hacer esta segunda parte del ejercicio en el mar. Métete y sumérgete, siempre que esté en calma y sepas nadar.

Tierra- Te recomiendo que la primera parte de este ejercicio la hagas en tu jardín o en el que alguien que esté dispuesto a que caves en él. Si no puedes, siempre te queda el recurso de llenar una bañera o un contenedor con tierra, aunque es mejor, sin duda, que intentes hacer lo otro en cuento tengas ocasión. Cava un agujero lo bastante ancho y hondo como para que puedas introducir las dos manos y que no sobresalgan. Mientras lo haces, mira cuidadosamente lo que te vayas encontrando en al tierra (tanto las criaturas vivas como los objetos inanimados). Utiliza las manos para palpar la textura de la superficie y de lo más profundo. Si puedes, introduce también los pies.

La segunda parte quizá la tengas que aplazar hasta que puedas ir a algún lugar adecuado. Visita un sitio rocoso, no tiene por qué ser enorme o impresionante. Apoya las palmas de las manos en la superficie de la piedra. Examínala para ver lo que crece en ella. Fíjate en el color, en la textura y en la dirección que siguen las líneas o grietas que veas. Piensa en las fuerzas y energías que dieron lugar a esa formación rocosa. Si tienes ocasión, vete a una cueva para que también sepas lo que se siente al estar rodeado completamente por la tierra.

Cuando regreses a casa después de cada una de las prácticas, apúntalo todo; los pensamientos y emociones que tuviste al experimentar con los elementos.

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